martes, 14 de junio de 2011

Árboles...
Esos árboles
que no se llenan los bolsillos de aguaceros
que no solo viven de verdes pensamientos amarillos sino que les sacan puntas a las hojas
para adelantarse al rumbo venidero de sus frutos.
Esos árboles que aprenden con la lluvia a no mojarse los pies aun cuando el agua les suba a la cintura.
Estos árboles se comunican con la doncella que esta con dolores para que multiplique el número de su amante por si misma para que pueda decir
amado multiplicate dentro de mi para que cuando la emoción se acerque a su cuadrado su imaginación cautive la palabra con labios.
Estos árboles le dan albergue a la opinión desamparada que tan elocuentemente cultiva la anonimia donde la madera verde de la lluvia le brota en llamaradas por los dedos.
Aquellos árboles producen la tela incombustible de su fuego con la nieve imposible del verano con lo que sucede en la noche de abril de cualquier mes de mayo para que lo imposible escale en el gozo de su desaventura la cima infranqueable de lo que la claridad no deja ver.
Aquellos árboles ponen a madurar su ir en su venir aprendiendo a salir en su llegar.

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